Debajo sigue la versión en español.
by Andrés M. Cisneros-Montemayor, Nereus Program Manager & Research Associate
Mexico recently released its budget for 2017, and among the top five largest cuts were environmental protection (down by 37%), culture (-30%), and education (-11%). Political rhetoric aside, these cuts reflect a continuing view of these issues as minor, long-term, or otherwise less important or pressing. The problem is, these views also directly contradict a growing recognition in international policy of the importance of the environment, culture and education, in and of themselves, but also as part of an interdependent suite of human development goals.
The global economy has faced difficult challenges during the past decade. The Great Recession of the late 2000s was followed by an economic shock as new technologies contributed to a glut of oil supply and a subsequent drop in prices. These conditions have particularly impacted states dependent on oil exports, such as Mexico, so it is understandable that national budgets must be adjusted accordingly. Nevertheless, this should prompt an increased awareness of renewable resource industries, such as fisheries and forestry, and large investments in education at all levels such that technological development and alternative livelihood creation can help the economy adapt to the new realities of petroleum markets and the ongoing impacts of climate change.
In terms of the marine environment in particular, Mexico already faces some major challenges. According to the Ocean Health Index, which independently evaluates the state of marine ecosystems, Mexico ranks 91st in the world, between Iran and Western Sahara, and this is expected to worsen over the next few years.
As noted above, the state of marine ecosystems impacts many other sectors of society. Commercial fisheries and marine ecotourism are the backbone of many coastal communities throughout the country, and provide a means of employment and income in areas without many alternatives and where under- and unemployment directly contributes to the appeal of joining organized crime. For marginalized coastal Indigenous communities, such as the Seri or Cucapá, marine living resources are a key (and sometimes only) source of food and economic benefits, and a crucial link to cultural traditions. And, as prior concerns with fisheries bycatch, or the looming potential extinction of the vaquita, have shown, there can be serious legal ramifications from environmental management failures.
The good news is that there are many roadmaps that can be used to create national policies that truly break down the flawed dichotomy of “short” and “long” term interests. The UN Sustainable Development Goals and CBD Aichi Biodiversity Targets, among other national and international policy instruments, provide detailed and comprehensive sets of priority goals for ecologically-sustainable human development. Importantly, these plans give ample room for nations to develop strategies for meeting these goals that are appropriate to their particular social and political context. Whatever the strategy, investing in the environment, culture and education cannot continue to be put off; the future may seem far away, but it must begin now.
ANDRÉS CISNEROS-MONTEMAYOR, PHD, FISHERIES ECONOMICS
PROGRAM MANAGER/RESEARCH ASSOCIATE
Andrés Cisneros-Montemayor is a resource economist specializing in applied fisheries management and ecosystem services. His research touches on optimal economic policies, co-management, transboundary fisheries, ecotourism, and small-scale and Indigenous fisheries, always with a view to achieving sustainable resource use in a changing world.
México necesita reevaluar los recortes al presupuesto de protección ambiental, priorizar desarrollo humano ecológicamente sostenible
México recientemente publicó el presupuesto nacional para el 2017, y entre los cinco recortes más fuertes aparecen la protección ambiental (disminución del 37%), cultura (-30%) y educación (-11%). Dejando a un lado la retórica política, tales recortes reflejan una continua consideración de que tales temas son mínimos, a largo plazo, o de cualquier manera menos importantes o urgentes. El problema con esta visión es que, además de fundamentalmente errada, contradice directamente al creciente reconocimiento de la importancia del ambiente, cultura y educación en las políticas internacionales, en sí mismos, pero también como parte de una gama interdependiente de metas para el desarrollo humano.
La economía mundial se ha enfrentado a varios retos difíciles durante la última década. La Gran Recesión de finales de los 2000s fue seguida por otro shock económico cuando nuevas tecnologías contribuyeron a un exceso de producción de petróleo y una subsecuente caída en precios. Estas condiciones particularmente han afectado a países dependientes de la exportación de petróleo, tal como México, así que es entendible que se requieran ajustar los presupuestos nacionales. Sin embargo, las mismas condiciones también debieran propiciar una mayor apreciación de las industrias de recursos renovables, tal como la pesca o silvicultura, así como mayor inversión en educación a todos los niveles de tal manera que el desarrollo tecnológico y creación de alternativas de empleo puedan ayudar a la economía a adaptarse a las nuevas realidades del mercado de petróleo y a los inminentes impactos del cambio climático.
Respecto al ambiente marino en particular, México ya se enfrenta a retos significativos. De acuerdo con el Índice de Salud del Océano (Ocean Health Index), que evalúa independientemente el estado de los ecosistemas marinos, México se sitúa en el lugar 91 del mundo, entre Iran y Sahara Occidental, y se proyecta que empeore en los próximos años.
Como ya mencionamos, el estado de los ecosistemas marinos impacta a muchos sectores sociales. La pesca comercial y ecoturismo marino son fundamentales para muchas comunidades costeras a lo largo del país, y proporcionan empleos e ingresos en áreas donde no existen muchas alternativas y donde el desempleo y subempleo contribuyen directamente al crimen organizado. Para comunidades Indígenas en la costa, tal como los Seri o Cucapá, los recursos marinos son una fuente clave (o a veces única) de alimento y beneficios económicos, así como una conexión vital para sus tradiciones y culturas. Y, como se ha visto con problemas de pesca incidental incluyendo la creciente posibilidad de extinción de la vaquita marina, pueden haber consecuencias legales serias cuando se fracasa en materia de protección y manejo ambiental.
La buena noticia es que existen muchos esquemas a seguir para crear políticas nacionales que verdaderamente tumben la dicotomía errada de intereses a “corto” versus “largo” plazo. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (UN Sustainable Development Goals) o las Metas de Aichi para la Biodiversidad (CBD Aichi Biodiversity Targets), entre otros acuerdos internacionales, ofrecen grupos detallados de metas prioritarias para el desarrollo humano ecológicamente sostenible. Algo importante es que estos planes dan un amplio margen para que los países desarrollen estrategias para alcanzar las metas que reconozcan su contexto social y ecológico. Sin importar la estrategia, la inversión en el ambiente, cultura y educación no puede seguirse retrasando; el futuro puede parecer lejano, pero debe empezar ahora.
ANDRÉS CISNEROS-MONTEMAYOR, PHD, FISHERIES ECONOMICS
PROGRAM MANAGER/RESEARCH ASSOCIATE
Andrés Cisneros-Montemayor es economista de recursos especializado en el manejo aplicado a pesquerías y en servicios de ecosistemas. Su trabajo incluye políticas económicas óptimas, co-manejo, pesquerías transfronterizas, ecoturismo y pesquerías Indígenas y artesanales, siempre con la visión de tratar de alcanzar el uso sostenible en un mundo cambiante.